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Marcelo Néstor Musa (2021). Juan Manuel de Rosas. Recuperado de Enciclopedia Iberoamericana (https://enciclopediaiberoamericana.com/juan-manuel-de-rosas/). Última edición: septiembre 2024. Consultado el 15 de septiembre de 2024.
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Contenidos

Retrato de Juan Manuel de Rosas de pintor italiano Cayetano Delcalzi.

Juan Manuel de Rosas

Político y estanciero rioplatense que gobernó dos veces la provincia de Buenos Aires y dirigió la política exterior de la Confederación Argentina.

Tabla de contenidos:

Datos

Nacimiento Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata, 30 de marzo de 1793.
Fallecimiento Swanthling (Southampton), Inglaterra, 14 de marzo de 1877 (83 años).
Ocupación Político, militar y estanciero.
Causa de la muerte Paro cardíaco.

¿Quién fue?

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Juan Manuel de Rosas fue un dirigente político, militar y estanciero rioplatense que gobernó dos veces la provincia de Buenos Aires. También dirigió la política exterior de la Confederación Argentina durante las décadas de 1830 y 1840.

De ideas federales, derrotó a los unitarios y ejerció un gobierno caracterizado por su intervención personal en cada aspecto de la vida de los porteños, desde las cuestiones públicas hasta las privadas.

En materia internacional, trató de influir sobre la política de los Estados de la Cuenca del Plata y defendió la soberanía de la Confederación argentina sobre sus ríos interiores. Esta postura lo llevó a enfrentarse contra las fuerzas navales de Francia y Gran Bretaña en la batalla de la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro.

Su carácter fuerte y autoritario marcó el período de la historia argentina comprendido entre 1829 y 1851, que algunos historiadores denominan “Época de Rosas” o “Confederación rosista”.

Infancia y juventud

Retrato de Juan Manuel de Rosas, realizado en 1842 por el pintor italiano Cayetano Delcalzi. Museo Histórico Nacional, Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

Retrato de Juan Manuel de Rosas, realizado en 1842 por el pintor italiano Cayetano Delcalzi. Museo Histórico Nacional, Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rosas nació en Buenos Aires, en ese entonces capital del Virreinato del Río de la Plata, el 30 de marzo de 1793.

Sus padres fueron Agustina Teresa López y Osornio, una propietaria de tierras que administraba personalmente con eficiencia y León Ortiz de Rosas militar y funcionario virreinal.

A pesar de que los deseos de su padre eran que se dedicara a la actividad militar, desde pequeño se mostró más interesado por la vida de campo donde se sentía más libre y no debía subordinarse a una jerarquía rigurosa, como en el ejército. Después de un breve paso por una escuela privada de Buenos Aires, se dedicó a la administración de una estancia familiar.

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En 1806, durante la primera Invasión Inglesa al Río de la Plata, participó en la reconquista de Buenos Aires y al año siguiente, durante la segunda invasión, se alistó en una compañía de Migueletes junto a la que actuó en la defensa de la ciudad.

No participó del proceso de la Revolución de Mayo ni de las luchas independentistas. Durante ese período se dedicó a la administración de las estancias familiares en la provincia de Buenos Aires.

Vida privada

Retrato de Manuelita Rosas realizado en 1851 por el pintor argentino Prilidiano Pueyrredón. Museo Nacional de Bellas Artes, Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

Retrato de Manuelita Rosas realizado en 1851 por el pintor argentino Prilidiano Pueyrredón. Museo Nacional de Bellas Artes, Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

El 16 de marzo de 1813, contrajo matrimonio con Encarnación Ezcurra Arguibel a pesar de la oposición de sus padres y de los de su novia.

Encarnación, una mujer de carácter fuerte y decidido, sería su gran aliada y principal sostén cuando Rosas decidió lanzarse a la actividad política en la década de 1820. Con ella tuvo tres hijos, Juan Bautista (1814), María Encarnación (que falleció a las pocas horas de nacer) y Manuela (1817).

En 1814 decidió adoptar a Pedro, hijo natural del general Manuel Belgrano y su cuñada, Josefa Ezcurra. El joven fue conocido como Pedro Rosas y Belgrano, siguió la carrera militar y se involucró en las guerras civiles y en los conflictos entre Buenos Aires y la Confederación en la década de 1850.

Manuelita fue su hija favorita y quien lo acompañó durante toda su vida política, llegando a oficiar de primera dama provincial tras la muerte de Encarnación, en 1838.

Se exilió con él y lo acompañó hasta su muerte.

Estanciero y saladerista

En 1815, Rosas se separó de los negocios familiares e inició una empresa de producción de carne salada (tasajo) para exportar en sociedad con Luis Dorrego y Juan Nepomuceno Terrero. Gracias al éxito obtenido en sus empresas, durante la década de 1820 se dedicó a comprar tierras y a administrar estancias de terceros.

Rosas era muy observador, minucioso y detallista. Durante esos años, aprendió a conocer e interpretar las costumbres de los habitantes de la campaña. Si bien se manejaba con ellos con un rigor paternalista, también compartía sus comidas, sus trabajos, sus condiciones de vida con lo cual se ganó la confianza de los peones y gauchos.

En su estancia «Los Cerrillos» organizó un pequeño ejército de gauchos fieles, «Los colorados del Monte», que funcionaba como una milicia disciplinada y eficiente.

El desorden que sobrevino a la batalla de Cepeda (1820) lo convenció de que era necesaria una intervención política fuerte para organizar la provincia y asegurar las condiciones para la producción y la exportación de bienes agropecuarios.

La vida política

Cuando se inició en la vida política, Rosas era un hacendado rico y respetado. Lo apoyaban tanto la elite terrateniente, que conocía su eficiencia y compartía sus intereses, como las personas de las clases más humildes que veían en él a alguien que entendía sus necesidades.

Conocido por su sentido práctico y su habilidad para manejar a los subordinados, tenía una voluntad negociadora que, acompañada por su poder militar y su carácter fuerte, con frecuencia le permitía ejercer su voluntad. Para los porteños era la persona indicada para pacificar y organizar la provincia, sacudida por los conflictos entre unitarios y federales tras la renuncia de Bernardino Rivadavia a la presidencia, el golpe de Estado perpetrado por el general Juan Lavalle y el fusilamiento de Manuel Dorrego.

El 8 de diciembre de 1829, fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires por la Junta de Representantes, se le otorgaron facultades extraordinarias y el título de Restaurador de las leyes.

Primer gobierno

Durante este mandato, que se extendió entre 1829 y 1832, Rosas definió el modo de gestión política que conservaría por las siguientes dos décadas en las que se mantendría en el poder: un gobierno marcadamente personalista en el que, gracias a las facultades extraordinarias otorgadas por la Junta de Representantes, tendría injerencia en los diversos aspectos de la vida de los porteños.

Los principales objetivos que se propuso en este periodo fueron tanto la pacificación y la organización del territorio provincial, como la expansión de sus fronteras para potenciar la explotación ganadera.

Sin embargo, su injerencia excedió el ámbito de la provincia de Buenos Aires, ya que el 4 de enero de 1831 firmó con los gobernadores de Santa Fe y Entre Ríos una alianza militar denominada Pacto Federal, a la que más tarde se sumó Corrientes. Esa coalición derrotó a la Liga del Interior, que había formado el general José María Paz, y que integraba a la provincia de Córdoba, a las de Cuyo y el noroeste. Luego de la derrota unitaria, todas las provincias adhirieron al Pacto Federal y le delegaron su representación ante las naciones extranjeras.

Las condiciones parecían dadas para activar una cláusula del Pacto Federal, la de crear

una comisión que redactara una constitución de corte federal. Pero Rosas se opuso a la organización nacional, afirmando que la situación económica de las provincias no permitía avanzar en esa dirección.

Campaña contra los indígenas

Tras haber cumplido con su mandato, en mayo de 1832 fue reelecto por la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, pero esta vez sin la adjudicación de las facultades extraordinarias.

Los legisladores consideraron que derrotados los unitarios y restablecida la paz y el orden no se justificaba que el gobernador tuviera poderes especiales. Disconforme con las condiciones ofrecidas, rechazó este nombramiento.

Mientras en Buenos Aires, Encarnación se ocupaba de la organización de estrategias para que recuperara el poder, Rosas se retiró al interior de la provincia para organizar una campaña militar que asegurara la frontera, siempre conflictiva, con los indígenas. Su objetivo era incorporar tierras para la producción ganadera pero también conseguir el apoyo incondicional de los grandes estancieros y terratenientes.

La expedición, que se extendió entre 1833 y 1834, se realizó en coordinación con otras provincias. Después de un año de operaciones, Rosas hizo retroceder a los grupos más hostiles hacia el sur del río Colorado, mientras que firmó alianzas con otros pueblos, como los tehuelches y los pampas. Esta política, que incluía la entrega de regalos y ayuda económica, permitió extender y pacificar la frontera bonaerense.

Segundo gobierno

Afiche de la época que muestra a Juan Manuel de Rosas como el salvador de la sociedad.

Afiche de la época que muestra a Juan Manuel de Rosas como el salvador de la sociedad.

En 1834, nuevos conflictos entre las provincias del norte, que derivaron en el asesinato de Facundo Quiroga, crearon un clima general de incertidumbre. El temor del regreso de la anarquía de años anteriores decidió a los representantes porteños a elegir nuevamente a Rosas como gobernador de la provincia en las condiciones que él exigía: se le otorgó entonces la  suma del poder público.

A partir de ese momento, se inició un período que duraría hasta 1852 en el que Rosas fue la persona más poderosa de la Confederación.

Aduciendo distintas excusas, se negó sistemáticamente a convocar a un congreso constitucional para organizar las provincias, a las que mantuvo dominadas con una política de control económico que consistía en evitar compartir los ingresos de la aduana porteña, pero compensando con subsidios para que dependieran económicamente de él.

Su gobierno se transformó en una dictadura que no dudó en recurrir a la censura, las persecuciones y los asesinatos para acallar toda oposición.. Su grupo de choque, la Sociedad Popular Restauradora, más conocida como “La mazorca” se transformó en un grupo parapolicial de control de la sociedad. Para asegurar ese control, construyó una unificación ideológica, sostenida por un sistema de símbolos, como el color rojo, las divisas punzó, iconografía con su imagen y la de Encarnación, etc., que eliminó cualquier forma de disidencia.

Al mismo tiempo, ejerció una política exterior proteccionista y fuerte que le granjeó la admiración y el reconocimiento de José de San Martín, quién, después de la batalla de la Vuelta de Obligado, en la que enfrentó una escuadra anglo-francesa que pretendía navegar los ríos interiores argentinos sin autorización, le envió una carta felicitándolo por su defensa de la soberanía y le legó su famoso sable corvo.

Caída, exilio y muerte

Desde el inicio de su designación, Rosas presentaba regularmente la renuncia a la representación de las relaciones exteriores sabiendo que sería rechazada por todos los gobernadores. Pero en 1851, Justo José de Urquiza, que era gobernador federal de la provincia de Entre Ríos y se veía perjudicado por la prohibición de libre navegación de los ríos, la aceptó mediante un decreto conocido como Pronunciamiento de Urquiza. A continuación, lo enfrentó en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852 y lo venció.

Ese mismo día, sabiendo que su vida estaba en peligro, embarcó en la fragata de guerra inglesa Centaur, que se encontraba en el puerto de Buenos Aires y viajó a Inglaterra donde se exilió. Durante los siguientes 25 años vivió de las ayudas económicas de sus amigos ya que sus bienes habían sido confiscados por sus enemigos políticos, entre los que se encontraban Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento.

El 14 de marzo de 1877, a la edad de 83 años, Juan Manuel de Rosas falleció a causa de un paro cardíaco en su granja de Swanthling, cerca de Southampton, Inglaterra sin haber regresado nunca a América.

Sus restos mortales recién fueron repatriados en 1989, durante la presidencia de Carlos Menem, quien la presentó como una contribución a la reconciliación nacional y a la superación de las diferencias del pasado. Luego de pasar por Francia y de ser traslado en avión a través del Atlántico, su ataúd fue instalado en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires.

Bibliografía:
  • Fradkin, Raúl y Gelman Jorge. Juan Manuel de Rosas. La construcción de un liderazgo político. Buenos Aires, Edhasa, 2016.
  • Gelman, Jorge. Rosas bajo fuego: los franceses, Lavalle y la rebelión de los estancieros. Buenos Aires, Sudamericana, 2009.
  • Luna, Félix (dir.). Juan Manuel de Rosas. Colección Grandes protagonistas de la Historia Argentina. Buenos Aires, Planeta, 1999.
  • O’ Donnell, Pacho. Juan Manuel de Rosas. El maldito de la historia oficial. Buenos Aires, Planeta, 2002.
  • Rosasco, Eugenio. Color de Rosas. Buenos Aires, Sudamericana Joven, 1992.
  • Sáenz Quesada, María. Mujeres de Rosas. Buenos Aires, Planeta, 1991.
  • Ternavasio, Marcela. Correspondencia de Juan Manuel de Rosas. Buenos Aires, Eudeba, 2005.

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Acerca del autor:

Profesor en Enseñanza Media y Superior en Historia (Universidad de Buenos Aires). Autor, editor y coordinador de contenidos editoriales.

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Marcelo Néstor Musa (2021). Juan Manuel de Rosas. Recuperado de Enciclopedia Iberoamericana (https://enciclopediaiberoamericana.com/juan-manuel-de-rosas/). Última edición: septiembre 2024. Consultado el 15 de septiembre de 2024.
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